Tengo tantas cosas en mi mente, vacíos en mi corazón, silencios en el aire, suspiros en el tiempo.
Quiero dejar de pensar, dejar de sentir, dejar de volar; empezar a pisar tierra, a creer menos, a querer menos.
Manos vacías, pies descalzos, ojos cerrados. A tientas e indefenso, mi corazón se arriesga una vez más hacia el vacío, se lanza en búsqueda de un lazarillo, que lo guíe y lo proteja en su andar.
Sueños profundos, silencios incómodos, verdades a medias; son las cosas que pasan por mi mente, y se instalan en mi ser, dejando huellas en el camino.
Las cosas nunca son lo que parecen, los justos siempre pagan por los pecadores, y no hay peor lucha que la que no se hace; frases que conforman una filosofía de vida impuesta por las circunstancias, que a pesar de su existencia forzosa se contradicen, se contraponen y se esfuerzan mutuamente por encontrarse, por hallarse en medio de la nada suspendidas en la conciencia, creyendo ser correctas.
No sé cómo escribir, pierdo las letras en el camino a encontrarme, el miedo me persigue, me invade, me llena y me abandona a mi suerte luego de hacer mella de mi alma perdida.
No sé decir te quiero sin dar una estocada.
No sé hablar en silencio sin gritarle a tus ojos.
No sé cómo no quererte sin lastimar mi corazón.
Quiero encontrar la fórmula para creer de nuevo, para saber que es cierto, para cerrar los ojos y soñar.
Realidad, tirana compañera que se empeña en destruir a quien la crea, mis sueños y anhelos más preciados.
No tengo palabras floridas para describir lo que siento.
Sólo se decirte:
Te extraño, muero por verte, por abrazarte, por quedarme en silencio contemplando tu rostro, en medio de la oscuridad robarte un beso tímido y escuchar de tu boca a cada minuto del día, ese te quiero que perdimos en el camino.