miércoles, 29 de julio de 2009

A la escuela antigua...

Hace mucho que no cogía lápiz y papel para escribir, las teclas de mi computadora, el sonido pasivo y aturdidor calmaron mi vida y llenaron esos espacios de vacío y soledad.
Retorno a la escuela antigua por esta necesidad imperiosa, casi casi que me lleva a una locura insana, imperfecta pero única; esta necesidad que es dubitativa, voluble, inestable, que a veces me da y muchas veces me quita.
Hoy aprendí una lección muy importante que creí haberla aprendido, pero la vida una vez más me abofeteó con su realidad.
1era verdad: Las personas cambian constantemente, puede ser un cambio superficial, o profundo, como puede ser progresivo o drástico pero siempre cambia, muchas veces pierden la esencia y otros en el fondo aún son ellos mismos: la versión original.
2da verdad: las personas, cosas, etc. nunca son lo que creemos, pensamos, esperamos o menos deseamos. Siempre nos queda eso de que pensamos que algo pasará o que tal o cual persona hará algo e inconscientemente esperamos (a veces ansiosamente) a que haga, diga algo y ese algo nunca llegará.
Vaya portazo que nos damos con la realidad. Esto nos con lleva a la 3era verdad: La realidad es lo único que realmente existe (valga la redundancia). Los sueños, cosas fantasiosas sólo hacen más difícil el aceptar la realidad. Los deseos, cosas efímeras, pasajeras, de una realidad que anhelamos que sólo en algunas ocasiones se hace parte de la realidad.
No soy pesimista, deprimida o autodestructiva, cualquiera que me lea imagino que eso pensará.
Me declaro una soñadora empedernida, un alma voladora tras sus ilusiones, sueños, deseos, anhelos y esperanzas, que ha perdido el corazón y la sonrisa más de una vez, que aún cree en los cuentos de hadas, que aún piensa en los finales felices.
No sé realmente si algún día pase yo por una metamorfosis total, sé que no soy la misma, miro atrás y veo los diferentes yo a través del tiempo, pero en la esencia, en el fondo, debajo de la piel, el antifaz, los miedos, frustraciones, y demás aún ahí, sigo siendo yo.
No sé realmente si ese yo deba estar ahí, salir, perderse, dejar de ser o simplemente ser.
Sé y puedo dar fe sólo de lo único de lo cual tengo la certeza en este instante, de mis sentimientos encontrados de mis dualidades tan presentes en mí de mis alegrías y pasiones que aún son el soporte de mi día a día; de mis miedos, frustraciones y complejos que atormentan mis pensamientos, de esas cosas presentes, enfrentadas que se sienten, se viven y se sufren de esas que están ahí como hace muchas noches, como muchas noches más.

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